El Quattrocento
(término que en castellano significa cuatrocientos, por los años pertenecientes
al siglo XV) es uno de los períodos más importantes del panorama artístico
europeo, que tiene su origen en Italia. Se sitúa a lo largo de todo el siglo XV
y puede considerarse como una primera fase del movimiento conocido como
Renacimiento. En esta evolución tuvo una influencia decisiva el Humanismo, una
nueva corriente de pensamiento que tenía como característica notable la
valoración del arte clásico griego y romano.
En la Italia del
Quattrocento (1400-1500), la península estaba organizada en pequeños estados
oligárquicos. Como había una economía muy rica y de carácter comercial, algunas
ciudades como Florencia y Milán, estaban dominadas por familias de aristócratas
y banqueros (familia Médici y los Sforza). En esta época aparece la figura del
artista y creador en detrimento del anonimato. Surge el taller del maestro, que
es quien recibe los encargos de los clientes. Este hecho podría sindicarse como
el nacimiento de la categoría de autor.
Así pues, artistas
e intelectuales humanistas querrán superar aquel mundo clásico, no solo imitar
sus bases. Todo esto dio lugar a una nueva concepción del mundo: el
antropocentrismo. El hombre es la obra más perfecta de Dios, el centro y medida
de todas las cosas. Se pinta la figura humana independientemente de lo que
represente.
Durante el
Quattrocento, el núcleo más importante fue Florencia, la ciudad más
vanguardista de las artes.